Tras los eventos del primer Lost in Random, The Eternal Die nos lanza a una nueva y oscura aventura con Aleksandra, la exreina que ahora debe enfrentarse a su pasado, atrapada en el interior del Dado Negro. Esta secuela no solo expande el universo creado por Zoink y EA Originals, sino que también lo renueva con mecánicas roguelike, desafíos más marcados y una buena dosis de rejugabilidad.
Una historia de azar, redención y dados encantados
La narrativa se construye sobre la caída de Aleksandra y su vínculo con Fortune, su dado personal, recientemente resucitado. Juntas buscan escapar del Dado Negro, enfrentándose al caballero Mare y las criaturas que habitan este mundo cambiante.
La trama no es especialmente compleja, pero funciona bien como hilo conductor para la experiencia jugable. Tiene momentos interesantes gracias a los diálogos con personajes secundarios y pequeñas misiones que aportan contexto y recompensas útiles. El mundo está lleno de secretos, recuerdos ocultos y personajes con pequeñas historias que enriquecen el universo, sin necesidad de sobreexplicar.
Roguelike accesible y adictivo
En The Eternal Die, el jugador debe avanzar a través de cuatro zonas principales, cada una repleta de enemigos y un jefe final. Lo desafiante no está tanto en la dificultad de los combates (aunque puede escalar con el tiempo), sino en el castigo: si morís en la última zona, tendrás que comenzar desde la primera. Esta estructura, típica del género roguelike, puede frustrar a quienes buscan una experiencia más lineal, pero encantará a los jugadores completistas y amantes del desafío.
La progresión se vuelve más fluida una vez que dominás los patrones de ataque enemigos y aprovechás correctamente las herramientas del juego. Esquivar en el momento justo y ejecutar ataques rápidos son clave, ya que no existe la posibilidad de bloquear, lo que vuelve cada combate más intenso.
La variedad de enemigos y la generación procedimental de las zonas mantienen la frescura, ya que los caminos cambian en cada intento. Esto también afecta la ubicación de enemigos y tiendas, lo que obliga a replantear estrategias constantemente.

Sistema de combate: cartas, reliquias y decisiones tácticas
El sistema de progresión es uno de los aspectos más destacados del juego. Por un lado, tenemos un arsenal de cuatro armas principales que se desbloquean y mejoran con el tiempo. Cada una tiene sus ventajas, aunque el mazo, más lento pero poderoso, es ideal para el tramo final.
Pero donde el juego realmente brilla es en su sistema de Reliquias. Más de 100 reliquias pueden encontrarse y equiparse, influenciando directamente el rendimiento en combate. Estas se colocan en un tablero con ranuras, donde se pueden combinar colores y efectos para potenciar estadísticas como daño de arma, suerte o defensa. Las Perlas añaden aún más profundidad, permitiendo romper o mantener combinaciones según tu enfoque táctico.
Además, las 15 cartas de habilidades agregan personalización a los combates. Estas cartas activan efectos especiales y permiten modificar el estilo de juego, haciendo que cada partida se sienta distinta. La posibilidad de lanzar a Fortune como un proyectil que activa efectos según la cara del dado añade un extra de imprevisibilidad y estrategia que recuerda a juegos como Slay the Spire o Dicey Dungeons, pero con una identidad visual y rítmica propia.

Visuales de cuento oscuro y rendimiento sólido
A nivel artístico, el juego mantiene el estilo gótico que caracteriza a la franquicia. Las zonas están cuidadosamente diseñadas, con escenarios cambiantes y una ambientación que evoca a Coraline o las películas de Tim Burton. Cada reinicio no solo altera la disposición del mapa, sino también los retos y oportunidades, como encargos opcionales que se pueden completar en nuevas rondas.
En cuanto al rendimiento, la experiencia en Xbox Series S fue sólida, salvo por un congelamiento puntual durante un combate, que no comprometió el progreso gracias al sistema de autoguardado. El título demuestra estar bien optimizado, incluso en plataformas de gama media.
La banda sonora, aunque cumple, no logra aportar la épica o tensión necesaria durante los combates. A diferencia de los efectos de sonido –que sí están bien logrados–, la música pasa desapercibida, perdiendo la oportunidad de elevar los momentos más frenéticos o emotivos.
Duración y rejugabilidad: al azar del jugador
El tiempo de juego varía notablemente según el tipo de jugador. Si apuntás a completar solo la historia principal, The Eternal Die puede tomarte entre 10 a 12 horas. Pero si decidís explorar, mejorar armas, completar favores y desbloquear todos los recuerdos, podrías superar fácilmente las 15 horas, como fue el caso de esta partida.
Además, una vez terminado, el juego permite reiniciar en las mismas zonas con una dificultad superior y con la posibilidad de desbloquear múltiples finales. Esto añade una rejugabilidad considerable para quienes disfruten del reto.

Conclusión
Lost in Random: The Eternal Die es un excelente roguelike de acción con identidad propia. Tiene un ritmo ágil, combates divertidos y un sistema de progresión robusto gracias a sus reliquias y cartas. Su mundo oscuro y cambiante invita a la exploración constante, aunque su estructura pueda resultar frustrante para algunos.
Con solo cuatro zonas principales, uno podría quedarse con ganas de más contenido, pero el diseño procedural, las variaciones de combates y la personalización lo compensan. Si bien la música no está a la altura del resto del apartado técnico, el rendimiento es impecable, y su rejugabilidad lo convierte en una apuesta sólida para fans del género.
No hay excusas para no lanzarte de lleno a este caótico y encantador mundo de dados, reliquias y decisiones estratégicas.
Nota: 8
Análisis realizado en Xbox Series S con un código suministrado por Dead Good.
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